13/11/08

Cuando se pone re grandota…

Dicen que las de octubre son las más hermosas, pero ayer por la noche fue la más linda del año, y aprovechando que estoy de vacaciones me desvelé para hacer este ambigrama que salió relativamente fácil, pero que igual me gustó mucho y por eso hoy lo comparto con todos.

saludos y abrazos…



31/10/08

Nada en esta vida es seguro…

En México tenemos una visión muy especial con respecto a la muerte… la lloramos pero también la reímos, la respetamos y al mismo tiempo nos burlamos de ella, nos da miedo, pero le ponemos apodos; así es nuestra relación con la muerte, llena de dualidades incomprensibles para otras culturas.

En donde trabajo se realiza anualmente un festival para celebrar el día de muertos y tuve la oportunidad y la fortuna de hacer un ambigrama para dicho evento, este es uno de los últimos que he hecho y lo publico ahora por la fecha y debo decir que fue un gran reto, lo boceté de muchas maneras y me costó mucho trabajo llegar al acomodo final, a continuación les presento dos versiones la primera es la que salió casi de la pluma y la segunda es una un poco más trabajada y tratando de hacerla más tipográfica. Espero disfruten viéndolo tanto como yo al hacerlo.



15/10/08

Ya regresé…

Si si… ya sé que me fui mucho tiempo, de verdad tenía mucho trabajo, pero lo importante es que ya estoy de regreso y con un montón de ambigramas que subir (para eso si tuve tiempo, jeje).

En fin les dejo un ambigrama que hice para un compañero de trabajo, no quiero decir como se llama, mejor si no le entienden pues dejen un comentario, cabe aclarar que es de los primeros que hice, creo que han ido mejorando con el tiempo, pero esos vienen más adelante.

saludos y besos

13/05/08

Diferentes pero juntos…



Sobran las palabras… me encanta estar junto a ella.

25/04/08

El primero… espero que de muchos.



Descubrí recientemente unas cosas llamadas ambigramas, son juegos tipográficos y hay de varios tipos, los más comunes son palabras que alponerlas de cabeza se leen igual; al principio creí que eran algo dificilísimo, y qué creen… si lo son, pero empecé a hacer algunos y me gustó mucho, y aunque estoy empezando creo que se me da bien… y bueno el primer ambigrama bien resuelto que salió de mi mano es el nombre de mi abuelita y es a manera de homenaje para ella… gracias otra vez abue.

24/04/08

De ella y de mí…







Revisé todas mis fotos… sólo una con mi abuelita, y no importa porque desde que recuerdo ella siempre tuvo el mismo semblante, el de la mujer de pueblo, sencilla, ingenua, normalmente seria, con los ojos limpios… como su alma.

Madre de muchos hijos, demasiados nietos y bastantes bisnietos, trabajadora incansable al lado de su esposo, que lo fue por más de 60 años, hasta que la promesa realizada en un altar los separó en octubre pasado. Desde entonces su ánimo decayó, la última vez que la vi lloró en mis brazos por saberse y sentirse sola, así que hace un par de semanas tomó la desición de partir y alcanzar a los que se le adelantaron y que seguramente tenía muchas ganas de ver, ya no tiene dolor ni sufrimiento ni tristeza.

Jamás la escuché decir algo malo de alguien, hablaba sólo para lo necesario, no tenía tiempo para ocuparse de nadie más que no fueran sus hijos y sus labores, y aun así podía hacernos reir a caracajadas con un humor muy de ella; en su casa no faltaban los frijoles (los más ricos que comí en mi vida), queso cotija, salsas de molcajete y tortillas calientes… los reyes nunca han comido así de rico.

Hace mucho que dejé la religión en la que fui criado, pero recibir la bendición de las manos de mi abue siempre tuvo algo mágico, arrodillarme ante ella y sentir sus manos en la frente me hacía sentir realmente protegido.

No se muchas cosas de la vida de mi abuela, pero soy afortunado de haber sido su nieto, de estar en sus oraciones y me siento feliz de haber podido decirle que la amaba y que ella también siempre estuvo en mis oraciones.

Saludos… a todos!!

29/03/08

Comedia ciclista en tres actos…


ACTO 1.

Jueves por la tarde de regreso al trabajo después de comer, a paso tranquilo en mi bici, un par de ruidos extraños llegan a mis oídos, uno es como un "gorfbufpgrrf" el otro como un "shrrk", ambos contínuos y simultáneos, hacia mis adentros pensé "que ruido más raro, nunca había escuchado algo así"

ACTO 2.

Ambos ruidos se hacen más evidentes, pero no soy yo el que se acerca a ellos… ellos son los que se acercan a mí; volteo la cara y me doy cuenta que provienen del "ladridogruñido" y "lasuñasenelpavimento" de un pequeño pero mamadísimo perro bulldog salido de la nada que me está persiguiendo con no buenas intenciones.

ACTO 3.

Por un segundo temí por mi seguridad y también por la del perro (un choque de rayos de llanta en el hocico no debe ser cosa agradable) pero un segundo después me di cuenta que no podría alcanzarme, sus cortas patas nada podían hacer ya contra mi paso acelerado de 21 velocidades, pasé un tope y ahí mismo se detuvo el dueño de aquellos ruidos, 30 metros más adelante había un grupo de sonrientes postpubertos que gozaban de la escena. Pedaleé hasta mi oficina sin mayores contratiempos pero con una gran sonrisa casi carcajada que me provocó ese pequeño perseguidor.

Saludos

06/02/08

"...que se cae, que se cae..."

La cleta, la baika, la bicla, la bici, son algunos nombres para denominar al medio de transporte personal —para mi gusto— más chido que existe, tiene la capacidad de llevarte a cualquier lugar con un mínimo de esfuerzo y lo único que realmente se necesita es tener equilibrio.

Mi primer recuerdo de ir montado en una bici es en la parte trasera, en un artilugio en forma de asiento que mi papá le puso a su bici de carreras en la que me llevaba a la primaria, cabe destacar en esta historia que mi sacrosanto padre sorteaba coches, motos y porqué no tremendos camiones de la extinta Ruta 100, todo esto sobre calzada Zaragoza, yo veia horrorizado las llantotas pasar a centímetros de nosotros, pero mi papá iba manejando... NADA podía pasarnos; parecida era la experiencia con mi hermano el negro, pero en una bici más chica, con mi asiento adelante y sólo íbamos por las tortillas o paseábamos en chapultepec (ver foto en el primer post del kiosco).

Mi papá fue quien me enseño a andar en bici, ni madre que con rueditas de protección pa que no se caiga el niño, la dinámica era: el montañesito (recuerden que tenía como 6 años) se subía a la bici, mi papá me agarraba del asiento para darme confianza y equilibrio, entonces pedaleaba y traía a mi papá corriendo a mi lado y le decía "no me sueltes, no me sueltes", y cuando él creía que ya le había agarrado la onda (o se cansaba no sé) me soltaba, y claro cuando dejaba de sentirlo cerca, empezaba a hacerme como la canción del chivo en bicicleta y al piso, una y otra y otra vez, ya mi papá había agotado sus palabras de aliento, de fuerza, de regaño, jajaja pobre seguro creía que su pequeño vástago no apendería jamás, pero como en muchas cosas, en lo que parecía ser el último intento mis manos afianzaron con fuerza el volante, mi cuerpo se acomodó, sentí por primera vez el baivén de los pedales en mis piernas y cuando mi papá me soltó... no pasó nada, el pavimento no volvió a encontrarse con mis rodillas, sólo una maravillosa sensación de logro y de seguridad, ¡¡¡podía llegar hasta donde quisiera!!!, claro siempre y cuando no saliera del estacionamiento de la unidad.

Nunca me porté tan bien como para que los reyes me trajeran una bici nueva, ps qué al cabo que ni quería y de todos modos podía utilizar la de mi hermano y cuando crecí mi papá tuvo que aflojar la suya, y hablando de aflojar, el negro (mi hermano) se paseaba por su secundaria con la bici de mi jefe y se besuqueaba con dos chamacas, una a la vez, tampoco es que fuera tan promiscuo mi carnal, y no voy a ahondar más en esa historia porque no me pertenece.

Ya cuando era un señor profesionista me dio por irme a trabajar en... (pues en qué más si estamos hablando de las bicis), el trayecto era San Pedro Iztacalco - Mixcoac, tenía que salir con 40 minutos de anticipación para llegar a buena hora, pero prefería eso a andar lidiando con el señor microbusero, bueno la verdad es que seguía lidiando con ellos, pero al menos no tenía que pagarles, la vida era maravillosa en esa bici (que seguía siendo prestada), iba y venía a mi antojo, pasé incontables veces por topes, baches, banquetas, ejes viales... hasta que un día justo en el eje 4 (Xola pa' los que no se los sepan por número) saliendo del paso a desnivel que cruza tlalpan pedaleaba tan contento como siempre y vi que una camioneta de carga se incorporaba a donde yo venía, tenía todo un carril para pasar, además de que yo me hice hacia la izquierda para darle más espacio, pero creo que pensó que sería divertido dejarme ir la lámina y me alcanzó a pegar en el manubrio con la parte trasera de la caja, y el resultado fue muy obvio, los huesos del montañes (ya tenía 21 años) rodando y patinando por justo enmedio de un eje de 5 carriles de ancho, la verdad no me dio miedo la caida, sino los coches que por venir de un tunel de abajo hacia arriba no me verían y terminarían por arrollarme, afortunadamente todo esto pasó durante un alto para los coches, así que con la ayuda de mi amiga la adrenalina me levanté en chinga agarré la bici y corrí a la banqueta, donde estaba un señor que vio todo y que le gritaba hasta de lo que se iba a morir al wey de la camioneta, lo cual me hizo saber que yo no había tenido la culpa, me preguntó que si estaba bien, me revisé y sólo tenía unos cuantos raspones en los codos y el las manos, a la bici sólo se le había enchuecado el manubrio, así que se lo enderezé y volví al camino, no por macho sino porque no tenía de otra y ya estaba muy cerca de mi casa, y claro cuando llegué a ella me desbaraté, sentí mucho miedo y lloré un chingo, mi hermana Susy fue por mí y me consoló... una semana después se robaron la bicicleta, malos días para mi vida como ciclista.

El seis de enero pasado los reyes por fin se dieron cuenta de que no soy tan malo (después de 28 años los weyes!!!) y me trajeron una bici rete chida, ahora ya no tengo que lidiar con los locos de la Ciudad de México, sino con los de Cancún, pero bueno mi trabajo está a sólo 10 minutos de mi casa así que es mucho más leve, además de que es una buena manera de hacer un poco de ejercicio y de no gastar gasolina, pero la razón principal es que cada vez que me subo a una bici vuelvo a ser niño y me siento como la primera vez que mi papá me soltó y no caí, mis manos se afianzan al manubrio... y sonrío.

Saludos y abrazos

02/01/08

En esta esquinaaaaa....!!!!!


Las máscaras, las cabelleras, los uniformes llamativos, los vuelos en todo lo alto, la hurracarrana, la de a caballo, la quebradora, el candado al cuello, los topes, la plancha y hasta el prohibido martinete son parte de la lucha libre; pero en esta ocasión no hablaré de los heroes míticos de este deporte, si no de las luchas que sostuve con mi hermano el negro.

No recuerdo cuándo fue la primera vez que jugué "luchitas" con mi hermano, pero puedo suponer que empezamos cuando él (que era más grande de edad y tamaño) me agandallaba, y en algún momento comencé a defenderme, tal vez eso le hizo gracia y encontró el pretexto perfecto para seguir agandallándose, hasta que aquello se volvió nuestro juego favorito.

Nunca en los primeros años de combate pude ganarle, cuando tienes 8 años y él tiene 14 la diferencia es clara, pero eso no le impidió torcerme, apachurrarme, aventarme, darme topes y aplicarme cuanta llave aprendía de las luchas de la tele, incluso los días que no quería despertar me levantaba con la frase "se sube a la segunda, a la tercera y vueeeeela", al principio sólo sentía el apachurrón en mi pobre pancita, después ya sólo con decir las primeras palabras de tan temida frase, estaba yo al otro de la casa completamente despierto.

En una ocasión cuando yo ya estaba un poco más grande y me defendía un poco más comenzamos a jugar como de costumbre, molestándonos, aventándonos cosas, hasta que nos prensábamos y ahí empezaba la lucha hasta que alguien se rindiera (no hace falta decir que era yo el que siempre se rendía). Pero en esta ocasión en especial yo ya estaba harto de perder y siempre era por una estúpida torcida de brazo o de mano, incluso de dedo, la cosa es que me aplicó un castigo en el brazo del que ya no podía zafarme, pero no podía darme por vencido, no otra vez, y por más que bufé, me moví y patalee, sólo logré lastimarme más, y aunque él me decía "ya ríndete" lo único que podía decir era NO, hasta que no pude aguantar más y con lágrimas en los ojos dije la tan odiada frase "me rindo".

Pasó algún tiempo para que volviéramos a luchar pues el creía que yo no me aguantaba, el muy cabrón!!!!, hasta que un día en un arranque de masoquismo estúpido le dije "ya, ya me aguanto" (y obvio sabía lo que me esperaba). 

Pasaron otros tantos meses de "torcidas y me rindos", pero ya no me enojaba, al contrario empecé a aprender de mis errores y a intentar no cometerlos de nuevo, así que con las nuevas cosas que iba aprendiendo y un rápido desarrollo adolescente, la situación se emparejaba, hasta que el día glorioso llegó... estábamos tratando de torcernos los brazos y en un movimiento violento se pegó en el codo con un mueble y se le durmió todo el brazo, a lo cual con cara de espanto dijo "espérate, espérate" —espérate, madres— era mi oportunidad así que me abalancé con un tope fulminante, lo planché, le torcí el brazo bueno (con el otro no podía defenderse) y le hice la pregunta de rutina (reservada hasta ese momento para él), "¿te rindes?", nunca olvidaré esa cara de "putayamechingóestecabrón" y con todo el dolor de su corazón y de su brazo claro está, se rindió... fanfarrias, gritos de júbilo, le gané, no importa si había sido con un golpe de suerte, le había ganado al tantos años invencible.

El resto de las "luchitas" transcurrieron casi siempre con el resultado adverso para mí, hasta que empecé a estar más fuerte y más grande, lo único malo es que él también se hizo más escurridizo, entonces era un desmadre poder ganarle, pero poco a poco empezó a ser así, aunque a veces la lucha se acababa por agotamiento mutuo, luchábamos hasta no tener aliento, estar empapados de sudor y con la cabeza a punto de reventar.

Mamá nos prohibió luchar dentro de la casa, cuando por una plancha maravillosamente aplicada, rompimos la pata de su cama; ya mi hermano casado luchábamos en su cama king size que luego teníamos que tender por temor a las represalias conyugales; más tarde luchamos en la playa ¡enmascarados!; en el jardín de casa de mis suegros (mi suegra pensó que su hija se había casado con un demente), en fin que casi no ha quedado lugar sin que le demos una buena inaugurada con unas buenas luchitas.

Ahora la distancia ya no nos deja luchar, pero siempre recordaré con mucho gusto ese pasatiempo que nos unió como hermanos y nos afirmó como amigos.

Saludos y besos enmascarados.